Hombre libre

Ella, mirándome a los ojos dijo: «eres un bicho raro, pero me gustas».
Fin de la noche, o quizás no…

Octavio Paz – La hija de Rappaccini – Cuando te vi, me pareció que se abrían muchas puertas. Yo estaba encerrada, tapiada. De pronto, un golpe de viento abrió puertas y ventanas. Me dieron ganas de saltar y bailar. Esa noche sentí que volaba.

Octavio Paz – La hija de Rappaccini – Cuando te vi, me pareció que se abrían muchas puertas. Yo estaba encerrada, tapiada. De pronto, un golpe de viento abrió puertas y ventanas. Me dieron ganas de saltar y bailar. Esa noche sentí que volaba.

Ella apareció en escena en una noche en la que no había expectativas. A decir verdad, la fortuna y la desconfianza yacían en una relación inversamente proporcional, lo que hizo que fuera imposible no temblar al verle. Noche de apuestas, de confesiones y decisiones. Ella llevaba un vestido sencillo, algo corto, pero de color discreto. Aunque la seducción no estaba en su piel lozana que contrastaba con la mía, sino en su mirada, pues transmitía demasiada seguridad en sí misma, pese a su inexperiencia. Ella, consciente de su capacidad de convencimiento, potencializaba su efecto en mí con su cercanía: una calidez mágica que atravesaba muros de hielo. Adornaba aún más su presencia al mostrar admiración y humildad, paciencia y hasta cierto atrevimiento. Sabía bien qué hacer para no dejar escapar ninguna oportunidad. Poco a poco iba rompiendo las barreras, con esa simpatía que logró ablandar mi corazón desconfiado. Hizo que esa noche me diese cuenta de que ella era lo que tantas veces pedía con anhelo. Sus ojos verdes, su sonrisa infinita y su facilidad para que hablar de cualquier cosa sea trascendental; todo eso me lo hizo notar.

Anónimo – Odio las conversaciones cortas. Quiero hablar de átomos, muerte, extraterrestres, sexo, magia, intelecto, el significado de la vida, galaxias lejanas, las mentiras que has dicho, tus defectos, tus olores favoritos, tu niñez, lo que te mantiene despierto en las noches, tus miedos e inseguridades. Me gusta la gente profunda, que hablan con emoción de una mente retorcida. No quiero saber solo "qué más".

Anónimo – Odio las conversaciones cortas. Quiero hablar de átomos, muerte, extraterrestres, sexo, magia, intelecto, el significado de la vida, galaxias lejanas, las mentiras que has dicho, tus defectos, tus olores favoritos, tu niñez, lo que te mantiene despierto en las noches, tus miedos e inseguridades. Me gusta la gente profunda, que hablan con emoción de una mente retorcida. No quiero saber solo «qué más».

Esa noche solo me pidió un favor: que no me olvidase de su nombre. Y yo, acostumbrado a las palabras enredadas, apenas devolví la sonrisa de niño travieso y le hice saber que antes de que eso ocurriese, olvidaría todo lo que había vivido hasta esa noche. Me ofreció sus alas, me pidió que descansase, pues me tocaba disfrutar y dejar de calcularlo todo, según ella. Podía leer en mis ojos los peros y argumentos en contra ante su pedido. Su propuesta mejoraba mientras el minutero no perdonaba. Y, cuando menos lo esperé, cruzó la pequeña distancia entre los dos para hacerme sentir en su piel la tan ansiada calma. Cada vez se hacía más difícil decirle que no. ¿Puede ser tan perfecto todo lo que me dice? A lo mejor es producto de la imaginación, quizás revelé con prontitud las claves para que ella me entienda. Dejarse llevar a veces lo es todo.

«Entonces, ¿por qué no te consientes un poco? ¿Qué esperas si lo tienes todo?», dijo. Ella ofrecía el placer y una supuesta independencia condicionada al compromiso. ¡Una libertad con ataduras! Eso es algo que no logro entender. La magia se disipó cuando mi libertad se vio en jaque. Si tenía que sacrificar o si escapar en ese momento era lo correcto, nunca lo sabré. Lo que sí sé es que no podría perder mi soberanía por nadie. Ella entendía esa rebeldía, aunque no esperó tal negativa de último minuto. En el duelo de palabras no hubo ganador, tampoco sentí que hubiese perdido, esa era mi elección. Lo tuve claro desde que la vi. Yo prefiero lo que cuesta, la angustia por lograr algo, la decisión no forzada, lo que parece una locura, lo que nadie más podrá entender. Esa es mi libertad.

Liniers – Nadie tiene que darte permiso para ser vos mismo. ¡Ahí voy!

Liniers – Nadie tiene que darte permiso para ser vos mismo. ¡Ahí voy!

No existen arrepentimientos cuando decides incluso, por instinto. Ese que la experiencia te acuño en el corazón. En la vida, lo bueno cuesta, los recuerdos reales se construyen con lucha. Y muchas veces, la soledad tan enemiga es realmente tu verdadera amiga. Decirle que no a lo que parece un espejismo es distinguir que incluso en lo que pinta bien hay algo oculto. Arriesgarse no es engañarse, la libertad no se empeña. Al fin y al cabo: soy vagabundo, siempre de paso. De aquí, de allá… de todo el mundo. No tengo dueño, no soy tu esclavo. Un poco tuyo y de todo el mundo.

Acerca de PaoloCesare

Calmo, analítico, consejero, buen compañero, gran amigo (eso dicen, no les crean). Me atrevo a escribir para compartir y aprender con Uds.
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10 respuestas a Hombre libre

  1. laacantha dijo:

    Pues , me gustó mucho y me pareció que has salido fuera de tu patron habitual , que me perdones, un poco dogmático. Has escrito algo distinto. Mil besos.

    • PaoloCesare dijo:

      y no sé si dogmático, o simplemente confundido, pero me alegra de que te haya gustado. En lo distinto, ¿qué es lo que más te gustó? Mil y un besos más (a cobrarse en cómodos plazos que Ud. defina)

  2. laacantha dijo:

    La mayoria de tus textos son reflexiones y una conclusión. Este texto es una historia sin ninguna conclusión
    …sigue con las historias y las conclusiones las haremos nosotros. Un beso.

  3. Poli Impelli dijo:

    Hermoso, sintiéndome identificada en el final. Coincido plenamente. 🙂
    Gracias

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