Y, viste como es – Tranquila, todo va a estar más o menos

En la desesperación, en cada lamento que muere sin ser escuchado. En lo que parece injusto, en las palabras que no son más que discursos pre fabricados sin emociones ni sentimientos. En la distancia, donde nadie parece entenderte, allá donde una sonrisa parece ser la única esperanza y un abrazo, la única fuente de energía. ¿Qué es toda esta mala racha? Un cúmulo de todo lo que no debería pasar, una prueba más de un dios que prometió no volver a dudar de las acciones, ni del amor. Llegan así: la noche interminable y su manto de intriga, el lamento furibundo encerrado en el pecho y una soledad que impide la proximidad de quienes intentan llegar al rescate. Un blindaje cancerígeno, una sentencia invisible e irrevocable. No más clichés ni más mentiras. El dolor tiene memoria y la bestia ha desarrollado sentido.

Liniers – Una tormenta emocional se acerca lentamente al botecito de Z-25, el robot sensible

La frustración y la impotencia se suman en el desconsuelo de quien, rodeado de personas que hablan su mismo idioma, parecen no entenderle. ¿Qué se puede hacer cuando parece que has perdido todo lo que tenías, cuando la razón que te ata a estar allí te dice que se tiene que ir? Y así, empieza el espectáculo. Las miradas a un cielo que parece más distante, la búsqueda de las salidas de emergencia sin rotulación. Aparecen otras opciones marcadas por una tendencia inesperada como una demostración de que incluso hasta el mejor de los planes puede fallar, llegando así la reconstrucción improvisada al ritmo de una actitud tan variable como las emociones de un corazón soñador.

Andrés Caicedo – Me da un miedo atroz pensar en que se está debilitando mi interés por todo. No resisto esta soledad, busco compañía y no resisto la compañía.

Después de todo, habiendo llegado al fondo ya no se puede estar peor. Cualquier alegría será un impulso para decir que ha valido la pena. Un detalle por mínimo que sea será el que desencadene una nueva actitud. Así descubres que la soledad y la compañía no difieren tanto cuando aprendes a silenciar los miedos que ambos te provocan. La primera, por ser una compañera que no puedes rechazar y que llega cuando quiere para apoderarse de tus emociones; mientras que la segunda no la puedes descubrir si no es arriesgando, lo cual implica dejar algo de uno mismo en empeño, quizás, para no volverlo a ver jamás. Más que la edad, es la experiencia de vida la que enseña y marca esta diferencia. Cuántos golpes faltarán para tenerlo claro…

A veces, estar lejos de casa es estar cerca de ti mismo. Cuando te sientes frágil alguien a quien quieres acude al llamado, aunque sea solo para decirte que todo estará bien, sin ninguna estrategia más que el consuelo. Y darles el frenazo a los miedos, dejar que la confianza, la credulidad o la inocencia triunfen porque ya no queda más, ya no puedes perder más. Finalmente, tener ganas de contar y de agradecer desde la humildad: ♫quiero hablar esta noche de cómo salvaste mi vida…