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Un blog sin pretensiones, sobre reseñas literarias para leer en 10 minutos; contiene comentarios sobre libros, recomendaciones, divagaciones y toda clase de digestiones literarias que un lector compulsivo ha aderezado a su gusto. Por supuesto, abierto a colaboraciones y opiniones. Casi es obligatorio equivocarse aunque, evidentemente, yo soy yo y tú, eres tú, por supuesto; pero ni yo soy tú ni tú eres yo, por lo tanto, todo lo que escribas es tu responsabilidad: cada uno es dueño de sus palabras y de sus silencios, sin embargo, tu libertad no te permite escribir nada ilegal o degradante para otros como tú y como yo. Es por eso que, al menos ese SILENCIO sí impera en este blog.

«los siete pecados capitales del imperio alemán en la primera guerra mundial» (ensayo) de sebastian haffner: la conjunción del odio, el azar y la razón política provocaron el infierno.

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“En lugar de cuestionarse por qué se embarcaron en la guerra y luego la perdieron, se han convencido una y otra vez de que ellos no fueron los culpables y de que, en realidad, la habían ganado. El resto, todo lo demás, fue fruto del “destino” S.H.

Como en todo proceso histórico, respecto de la Primera Guerra Mundial existe un hecho desencadenante como causa inmediata pero existe también una causa mediata que ha ido madurando y gestándose en un periodo más largo y que ha favorecido el sustrato sobre el que, finalmente, florece tal acontecimiento histórico.

Es comúnmente aceptada la fecha de 28 de Julio de 1914 como inicio de la Primera Guerra Mundial, con la declaración oficial de guerra por parte del Imperio Austro-Húngaro contra Serbia, cuyo pistoletazo de salida (literalmente) fue el magnicidio ocurrido en Sarajevo con fecha 28 de Junio  contra el heredero del Imperio Austro-Húngaro, el archiduque Francisco Fernando.

Hasta el 11 de Noviembre de 1918 se fueron desgranando los acontecimientos, malévolamente colocados por el destino o la ceguera de los hombres, que fueron cayendo como hilera de fichas de dominó, dejando el tablero de juego europeo, y mundial, terriblemente devastado. Y no solo en cuanto a pérdidas humanas y grandes pérdidas materiales de lo que fue, verdaderamente, la “Gran Guerra”, en cuanto a sus terribles estadísticas, nunca sufridas por la humanidad hasta esa fecha, sino principalmente por dejar en el campo europeo los rescoldos de lo que pocos años después estallaría con el auge de los totalitarismos fascistas y comunistas y que culminaría con la gran devastación de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.  

En efecto, la intrincada y complicada relación entre las distintas potencias mundiales del momento; el precario equilibrio de fuerzas en pugna; el lento derrumbe del Imperio Otomano (en palabras del Zar Nicolás I “el hombre enfermo de Europa”) cuya fragmentación estimuló las apetencias italianas, y la creación de nuevos nacionalismos y estados en Grecia, Serbia, Armenia, Bulgaria, Montenegro, Albania, etc; el creciente militarismo del Imperio Alemán que era presentido como una amenaza por parte de Gran Bretaña (en su imperio de ultramar), por Francia (respecto de las regiones de Alsacia y Lorena) y por el Imperio Ruso (respecto de su posición en los Balcanes y las frontera orientales de Polonia y Ucrania); y, finalmente, la ambición del Imperio Alemán, aspirante a la hegemonía continental y colonial, fueron determinantes para la génesis y expansión del conflicto.

Desde el fin de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 se fue gestando en Europa una especie de “Guerra Fría” que se ha denominado históricamente como la “Paz Armada”. En este periodo se van fraguando las tensiones y conflictos latentes entre las potencia europeas que culminarían en la guerra del 14. Al igual que en periodo de posguerra posterior a 1945, se van formando bloques de intereses, muchas veces matrimonios de conveniencia malamente avenidos pero unidos por un miedo común.

Así se forma en 1882 la Triple Alianza, formada por las potencias centrales de Alemania, Austria-Hungría e Italia (que posteriormente se encuadraría en el bando de los aliados) y la Triple Entente en 1907 entre Rusia, Francia e Inglaterra a pesar de que ingleses y franceses mantenían un conflicto a causa de Sudán e ingleses y rusos mantenían posturas hostiles en torno a Oriente Medio. Sin embargo la prevención frente a un emergente enemigo común, Alemania, fomentó una unión de intereses que, a la larga, provocó su inclusión en el conflicto.

A partir de la raíz del asesinato del archiduque, (28 Junio) Austria-Hungría declara la guerra a Serbia ante su negativa a acatar las condiciones de investigación del magnicidio (28 de Julio). El Imperio Ruso, aliado de Serbia, procede a la movilización general de sus tropas (29 Julio) y, a su vez, el Imperio alemán dirige un ultimátum a Rusia estimando que dicha movilización es un acto de guerra, declarando la guerra el 1 de Agosto. Francia, aliado de Rusia, adopta medidas defensivas  en su frontera con Alemania que provoca que esta le declare la guerra (4 de Agosto). Con la invasión alemana de Bélgica, estado neutral, entra en el conflicto Inglaterra. Japón lanza un ultimátum a Alemania el 23 de Agosto por la retirada en la zona de Jiaozhou (China). Turquía y Bulgaria se alían con la Triple Alianza en 1915. Italia, Rumanía, se incorporan en 1915 al bando de la Triple Entente; posteriormente se incorpora Estados Unidos en Abril de 1917 por el inicio por parte de Alemania de la guerra submarina en el Atlántico.

Pese a las espectaculares victorias alemanas, su pujante empuje militar y su audaces y geniales iniciativas bélicas, roto el frente en Macedonia, Bulgaria se rinde. Igualmente hace el Imperio otomano ante la ofensiva inglesa en Palestina y Bagdad. Por su parte, Austria cede ante el avance Italiano y se rinde. Alemania se queda sola y no puede culminar su última ofensiva contra París.

El 11 de Noviembre de 1918 finaliza una guerra que ha contado con distintos escenarios en todo el mundo, en Europa  (en Francia, frente occidental; en Rusia, Polonia y Cáucaso, frente oriental; en los Balcanes y los Dardanelos; en Italia),  en el Oriente Medio y Extremo Oriente,  en África, en el Pacífico y en el Atlántico. Intervinieron multitud de colonias como Australia, India, Nueva Zelanda, Sudáfrica, y países como Canadá o Portugal.

Atrás quedaron incontables muertos y el fin de una era, el siglo XIX, que finalizó en 1914 y del que surgió un nuevo orden mundial; con él sucumbieron el Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro, el Imperio Ruso, el Imperio Otomano y se crearon nuevos naciones independientes como Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia, y la separación definitiva de Austria y Hungría.

Esta es la escueta cronología de los hechos admitida de común acuerdo.

Al respecto, sobre las causas que dieron lugar al conflicto, el historiador Sebastian Haffner encuentra otras causas remotas de la Primera Guerra Mundial más afines al campo de la psicología, la sociología, la política y la diplomacia alemanas del periodo previo.

Partiendo de la responsabilidad indiscutible del Imperio Alemán en la provocación de la guerra analiza los “pecados capitales” cometidos por “decisiones equivocadas y medidas incorrectas por parte de unos gobiernos alemanes que, en su mayoría, contaron con la aprobación de la opinión pública”

1) “El alejamiento de Bismark”

Consciente de la imposibilidad del mantenimiento de una guerra en dos frentes simultáneos, el occidental con Francia y el oriental con Rusia, el “canciller de hierro” diseño una hábil política diplomática centrada en dos objetivos, el asilamiento de Francia, como enemigo acérrimo del Imperio Alemán y la evitación de todo enfrentamiento con el Imperio Británico.

Por un lado pactó un acuerdo con el Imperio Austro-Húngaro, con el que compartía frontera en Polonia y propició un acercamiento con el Imperio Ruso, mediante la formación de la Liga de los Tres Emperadores, pese a las rencillas ruso-austriacas en la zona de los Balcanes

Por otro lado propició la Triple Alianza entre Alemania, Austria e Italia, igualmente frágil por las tensiones existentes entre estos dos países a raíz de la unificación italiana y el conflicto en la zona de los Alpes.

El abandono de esta política de equilibrio continental interior y respeto a la hegemonía británica en el exterior, el deseo de satisfacer un ansia imperial, llevó a Alemania a desear y a provocar la guerra.

 2) “El plan Schliefen”

Según Haffner, la decisión final a favor de una guerra de Austria contra Serbia se tomó el 5 de Julio de 1914 en Potsdam. La indecisión del Gobierno Austro-Húngaro y la división de pareceres entre la beligerancia del Jefe del Estado Mayor, las vacilaciones del ministro de Asuntos Exteriores y el Emperador Francisco José y el voto contrario del Primer Ministro húngaro, les llevaron a trasladar la decisión a Alemania, que aquel momento le pareció favorable frente a la creciente y acelerada modernización e industrialización emprendida por el Imperio Ruso, especialmente su sistema ferroviario.    

El cálculo erróneo fue considerar que Inglaterra se mantendría neutral si la guerra se declaraba por mediación de Austria y frente al pequeño estado de Serbia, teniendo en cuenta la débil alianza anglo-rusa y que la zona balcánica era precisamente el punto más débil de las relaciones entre ambos países.

Este razonamiento, a posteriori, parecía adecuado pues, como declararía más tarde Churchil, ministro de Marina en aquel momento, “La mayor parte del gabinete estaba a favor de la paz. Al menos tres cuartas partes de sus miembros estaban decididos a no dejarse arrastrar hacia ningún conflicto europeo a menos que la propia Inglaterra fuere atacados, cosa que no era muy probable. Primero confiaban en que entre Austia y Serbia la sangre no llegara al ´rio; segundo, de no ser as´ñi esperaban aue Rusia no interviniese; tercero, si Rusia intervenía, confiaban en que Alemania se mantuviese al margen; cuarto, si Alemania sí que atacaba a Rusia, esperaban que al menos Francia y Alemania se neutralizaran mutuamente, sin necesidad de combate; pero si Alemania atacaba Francia, creían que al menos no lo haría a través de Bélgica y de hacerlo, al menos sin que hubiera resistencia por parte de belga…” 

Sin embargo, el único plan con que contaba el Imperio Alemán era el denominado  plan Schliefen, que contemplaba, en caso de una guerra en dos frentes, la estrategia de un movimiento defensivo o retirada en el frente del Este y una rápida derrota de Francia en el frente Oeste a través de Bélgica, dada la fortaleza defensa de la frontera francesa.

Es decir, que la única vía posible contemplada por el gobierno alemán llevaba aparejada la ruptura del equilibrio y la neutralidad inglesa y su invitación a un conflicto que, de este modo se transformó de una guerra local a una guerra mundial. 

3) «Bélgica y Polonia, o la huida de la realidad».

En el verano de 1915, Alemania había logrado una clamorosa victoria sobre la Rusia en el frente del este que le podría facilitar una salida airosa del conflicto, contra todo pronóstico, dado el estancamiento en el frente occidental –que privó de una rápida  fácil derrota francesa- y el agotamiento de sus fuerza militares frente a una intacta Inglaterra, que aún conservaba freso su contingente militar. Bien pudiera haber negociado una paz sin pérdidas que hubiera evitado la continuación de la guerra. Sin embargo, rechazó tal posibilidad, a juicio de Haffner, no siendo siquiera consciente de su existencia: Alemania llevaba tiempo a la defensiva y sin embargo seguía sintiéndose en posición de ataque, con una total pérdida del sentido de la realidad una paz sin vencedores y vencidos era considerada como una derrota.

Relata Haffner cómo en aquellos días el debate nacional en Alemania se centraba en gestionar la victoria, con fantasías sobre el reparto y administración de la costa belga el destino de Polonia como protectorado alemán o anexionarla a Austria, la incorporación de Egipto y Sudan para favorecer el acceso a Oriente Próximo y atraer al ámbito de poder alemán a  Holanda  y sin embargo, las ciudades alemanas pasaban hambre por la escasez de recursos, el ejército estaba desbordado en los frentes del Somne, en Flandes, en Rokitnoje, en Baranovichi, en Galitzia y Bucovina, en el frente austriaco,  resistiendo a duras penas y sufriendo un grave desabastecimiento.

En 1916, con la mediación del presidente americano Wilson, se pudo llegar a una paz razonable con las potencias aliadas, bajo el presupuesto de retrotraer Bélgica y Polonia a la situación previa del conflicto. El gobierno alemán rechazó esta posibilidad, ofreciendo, con notable prepotencia, unas condiciones de paz que, incomprensiblemente anulaban cualquier opción a la misma: Bélgica y Polonia resultaron innegociables cuando históricamente la política anexionista alemana nunca contó con estos países. Bélgica no fue más que un instrumento para la invasión de Francia. Polonia, por el contrario nunca se encontró bajo las aspiraciones alemanas, si acaso la parte prusiana de Polonia, pero dentro de las ambiciones territoriales de Austria. Sin embargo el 5 de noviembre se proclamó el Reino de Polonia en la Polonia rusa ocupada con lo que se anuló cualquier opción a llegar a una paz especial con el Imperio Ruso.   

4) «La guerra submarina sin cuartel».

La ceguera del gobierno alemán, que le llevó a provocar la entrada en guerra a Inglaterra, le llevó a provocar igualmente la entrada en guerra de Estados Unidos mediante la estrategia de una guerra submarina sin cuartel. El presidente Wilson ya había advertido al gobierno alemán de esta posibilidad y, sin embargo, aquel, calculando erróneamente que de este modo anularía el poderío naval británico (militar y mercante)  incorporó a un enemigo mucho más poderoso aún. Si con la entrada en guerra de Inglaterra se avocó a una derrota probable, la venida de Estados Unidos la elevó a una certeza absoluta.

5) «El juego de la revolución mundial y la bolchevización de Rusia».

La bolchevización de Rusia, según Haffner, fue consecuencia de una política consciente y muy meditada de la Alemania imperial con la que se aspiraba a la paz victoriosa en el Este y a la anulación y desmantelamiento del gran Imperio Ruso, no meramente una paz parcial que aliviaría el frente oriental, pues este objetivo pudo conseguirse con la mediación del Presidente Wilson y la renuncia a la proclamación del Reino de Polonia.

Lenin fue un visto como un peón más de la estrategia alemana de la reforma de le estructura de los Estados de Europa en un imperio Alemán, el favorecer y facilitar la revolución bolchevique como “instrumento bélico” para la desestabilización del Imperio Ruso. Así, Lenin y la revolución bolchevique fue financiada por el gobierno alemán y su éxito se debió en gran medida a esta ayuda.

6) «Brest-Litovsk o la última oportunidad desaprovechada»

En la primavera de 1918, Alemania impuso a la Rusia bolchevique la paz de Brest-Litosk con unas gravosas concesiones territoriales y políticas: Alemania había ocupado Finlandia, Livonia, Estonia, Ucrania, la región del Donets, Crimea, la península del Quersoneso, provisionalmente las regiones del Don y Kuban y había llegado al Cáucaso.

El gobierno alemán se  cegó ante el espejismo de un gran Imperio Alemán Oriental y lejos de aprovechar la oportunidad de liberar del frente oriental unos efectivos que hubieran podido alterar el resultado del frente occidental, su expansión por el Este fue la mayor de toda la guerra en su afán de consolidar los territorios esquilmados a Rusia en vez de haber negociado una paz moderada y asequible para un  adversario que, en última instancia nunca fue derrotado militarmente, y sentar las bases de una futura relación más armónica y estable.

7) “La verdadera puñalada”

En abril de 1918 la derrota alemana ya era clara. Estados unidos había entrado en guerra y las fuerza alemanas estaban exhaustas e imposibilitadas de hacer mella en el frente inglés y francés cuando debían enfrentarse ahora a un ejército nuevo, fresco y bien equipado. Por otro lado, los aliados alemanes estaban igualmente al límite de sus fuerzas y cercanos a la rendición.

Y sin embargo el ejército alemán permanecía invicto con posibilidades de efectuar una retirada estratégica del frente francés y belga y adentrándose en sus propias fronteras, incluso con la renuncia a Alsacia y Lorena, diseñar una operación estrictamente defensiva que motivase, aún, a las potencias aliadas a aceptar negociar una paz equilibrada.

Conocida esta situación no fue asumida en absoluto y por una grave carencia psicológica que impidió reconocer la realidad se exigió a los alemanes que continuasen luchando. Según Haffner, la derrota alemana de 1918 se produjo en tres fases. Una fase de abril a mediados de junio de las omisiones imperdonables, en la que ninguno de los contendientes supo que había llegado el final; una segunda fase de desde mediados de julio hasta mediados de septiembre, de la derrota militar y el derrumbe de los aliados alemanes en la que Alemania persistió en retener Bélgica y el norte de Francia como “prenda”; y la tercera fase del 29 de septiembre, de la derrota incontrolable, en la que el mando del Ejercito obligó al gobierno imperial a firmar un alto el fuego sin preparación ni negociación previa.

El desarrollo de estos acontecimientos en noviembre de 1918, depositó en manos de socialdemócratas, liberales y católicos, según Haffner, la responsabilidad de asumir la derrota y la capitulación cuando nunca antes tuvieron la responsabilidad en la guerra.

Adoptando una estrategia militar errónea, ofensiva en vez de defensiva, se frustró al menos el éxito táctico de una paz negociada, obteniendo una paz vergonzosa que irrumpió en la mentalidad de la sociedad alemana y le suministró el veneno del sentimiento de traición. La “puñalada” que el pueblo alemán entendió haber recibido cuando lo cierto, según Haffner, fue que la verdadera puñalada la recibió de sus propios dirigentes que le ocultaron la verdad reparadora y fomentaron el autoengaño de por vida (causa del posterior sentimiento de revancha que aprovechó Hitler, con las consecuencias conocidas).

Finaliza el texto con sendos epílogos de 1964 y 1981. El primero de ellos, en el contexto de la Guerra Fría y la política de bloques, el autor denuncia que la República Federal aún no ha abandonado la mentalidad y estado de ánimo que le llevó a la intervención en las dos guerras mundiales y que sigue cometiendo los mismos pecados denunciados en su ensayo. El segundo epílogo sirve para desdecirse de las conclusiones a las que llegó en 1964, no sobre el análisis de la Primera Guerra Mundial sino su reiteración en 1964. El autor considera que ha ocurrido un cambio generacional, un cambio de época en la historia alemana y un cambio en el pensamiento político de los alemanes: en 1970 y 1971 se firmaron los Tratados del Este con la URSS, Polonia y la RDA en virtud de los cuales admitía la inviolabilidad de las fronteras existentes y la renuncia a la reunificación y ampliación de las fronteras.

El presente libro aporta, una visión crítica de la Guerra Mundial relatada por un autor alemán que no británico, francés o soviético. Por otro lado ofrece un análisis de las causas de la guerra no desde los estrictos acontecimientos históricos que dieron lugar a ella sino desde la perspectiva de la mentalidad y psicología profunda tanto del gobernante como de la opinión pública alemana.

Aunque no lo expresa, Haffner comparte con el joven anarquista Gavrilo Princip la significación que tuvo aquel estallido inicial cuando un psiquiatra penitenciario le preguntó cómo se sentía al ser la causa desencadenante de tantas matanzas “Si no lo hubiera hecho, Alemania hubiera encontrado otra excusa”, respondió. 

Muy probablemente sin haber estudiado a Clausewitz, el joven anarquista ratificó instintivamente la concepción que de la guerra formuló el teórico el alemán en el sentido de considerarla un instrumento político. Y como tal fue utilizado, una vez más, y no la última, en este caso por el Imperio alemán de principios del siglo XX.   

Altamente recomendable, la presente obra es un libro corto, escrito en un lenguaje sencillo, casi periodístico, donde los datos puramente estadísticos, la fechas y los nombres son más esclarecedores que la mera relación farragosa de los mismos.     

Un saludo.

SEBASTIAN HAFFNER, pseudónimo de Raimund Pretzel, periodista, escritor e historiador alemán, nacido en Berlín el 27/12/1907 y fallecido en Berlín el 02/01/1999. Estudió derecho, colaboró con el periódico británico el Observer durante su exilio durante la II Guerra Mundial. Destacan sus obras “Historia de un alemán” (1939), “Alemania, Jeckyll y Hyde, el nazismo visto desde dentro” (1940), “Los siete pecados capitales del imperio alemán durante la Primera Guerra Mundial (1964),  “Winston Churchil: una biografía” (1967), “Anotaciones sobre Hitler” (1978) y “De Bismark a Hitler” (1987), “El pacto con el diablo”, “La revolución alemana de 1918-1919.

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  • Nº de páginas: 192 págs.
  • Editorial: DESTINO
  • TRADUCCION: Beatriz Santana Lopez
  • Encuadernación: Tapa dura
  • ISBN: 9788423338283
  • Año edicón: 2006
  • Plaza de edición: BARCELONA

Autor: loqueyoleo

En un mundo mudo y lleno de ruido y furia, resuena el silencio de las palabras olvidadas entre las páginas de un libro: despierta, comparte y lee.

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