lo que yo leo

Un blog sin pretensiones, sobre reseñas literarias para leer en 10 minutos; contiene comentarios sobre libros, recomendaciones, divagaciones y toda clase de digestiones literarias que un lector compulsivo ha aderezado a su gusto. Por supuesto, abierto a colaboraciones y opiniones. Casi es obligatorio equivocarse aunque, evidentemente, yo soy yo y tú, eres tú, por supuesto; pero ni yo soy tú ni tú eres yo, por lo tanto, todo lo que escribas es tu responsabilidad: cada uno es dueño de sus palabras y de sus silencios, sin embargo, tu libertad no te permite escribir nada ilegal o degradante para otros como tú y como yo. Es por eso que, al menos ese SILENCIO sí impera en este blog.

«el corazón de las tinieblas» de joseph conrad, una incursión en las tinieblas del corazón

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“Me encontré una vez más en la ciudad sepulcral, sin poder tolerar la contemplación de la gente que se apresuraba por las calles para extraer unos de otros un poco de dinero, para devorar su infame comida, para tragar su cerveza malsana., para soñar sus sueños insignificantes y torpes. Eran una infracción a mis pensamientos. Eran intrusos cuyo conocimiento de la vida constituía para mí una pretensión irritante, porque estaba seguro de que no era posible que supieran las cosas que yo sabía” J.C.

Con una prosa lenta, ampulosa a veces, con frases largas y escasos diálogos; con una estructura difícil de entrever entre los recuerdos, reflexiones y divagaciones introspectivas del personaje – característica del estilo de Joseph Conrad-, jugando con la imagen de las luces y sombras del ambiente -interior y exterior-, nos encontramos, con la obra más reconocida de su autor.

Dos son los tópicos más recurrentes respecto del análisis y comentarios sobre “el corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, fuera de su estudio netamente literario. Por un lado es mayoritaria la opinión de que constituye un alegato contra la explotación mercantilista del imperio colonialista belga sobre las regiones del rio Congo. Y por otro lado, también es común la referencia a la importancia medular en el relato del proceso de deterioro y locura del personaje “Kurtz”, identificado con la imagen cinematográfica de Marlon Brando en la película “Apocalyse Now” de Coppola.

Sobre el primero de ellos, cabe decir que relato nunca nombra expresamente al Estado Libre del Congo, ni siquiera identifica el río Congo como el lugar donde transcurre el periplo su de protagonista. Si bien es cierto que  el propio Conrad navegó por la región en 1890 en el vapor “el Rey de los belgas” contratado por la Sociedad de Estudios del Alto Congo dependiente del entramado empresarial organizado por el Rey Leopoldo II para la explotación del marfil congoleño, y que todos los relatos contienen elementos autobiográficos, no es una crítica abierta al régimen esclavista instaurado por el monarca belga, al menos no en este relato y de un modo explícito: Conrad se significó en su críticas a la empresa colonialista del Congo, coincidió allí con la persona de Roger de Casement -cónsul británico que elaboró a cargo del gobierno británico un informe demoledor que desenmascaró internacionalmente la infamia de la voracidad del Rey Leopoldo-, al que consideraba amigo suyo y firmó un manifiesto, redactado por E.D. Morel y con aportaciones de autores como Mark Twain o A. Conan Doyle 

Sin embargo, a pesar de la descarnada imagen que ofrece el relato de la explotación de los nativos africanos, las cuerdas de presos, la lenta agonía de ancianos y enfermos arrumbados en los márgenes de una umbría arboleda, la hambruna, la despoblación, la vileza y codicia de los funcionarios occidentales, y el menosprecio hacia la población nativa, insisto en que este relato no es un panfleto contra los abusos del colonialismo en el Congo.

Más aún, hay algún autor, como el premio Nobel Chinua Achebe, que ataca duramente el racismo explícito  del libro de Conrad en su ensayo “Una imagen de África, racismo en el corazón de las tinieblas de Conrad”.

El autor nigeriano, desde su experiencia personal, carente de esos prejuicios, hace hincapié en la falta de advertencia por parte del lector occidental de la actitud de Conrad hacia las personas africanas que retrata en su relato, básicamente por compartir dicha actitud y tenerla por normalizada. La extraordinaria aceptación del relato como una de las cumbres de la literatura universal acentúa el reproche hacia esta novela por la difusión tan amplia de las ideas que transmite el texto ya desde las escuelas donde se lee y estudia.

Según Chinua Achebe, el libro refleja “La mentalidad occidental de utilizar África como contraste de Europa, como lugar de negaciones a la vez remotas y familiares en comparación de las cuales se manifiesta el propio estado de gracia espiritual de Europa” […] “el corazón de las tinieblas proyecta la imagen de África como “el otro mundo”, la antítesis de Europa y, por lo tanto, de la civilización”

Con ejemplos extractados del propio libro observamos el contraste entre la descripción que hace el autor inglés (de adopción) del hombre blanco occidental e, incluso, del propio rio Támesis, respecto al hombre negro africano, al que le resta humanidad y capacidad de lenguaje. El liberalismo occidental de Conrad, pagado de sí mismo, le hace horrorizarse de la degradación personal a la que puede llegar, desde su superioridad moral y cultural, el hombre occidental, al abandonarse a la salvaje influencia de la oscura e incivilizada selva africana, primitiva y carente de referentes válidos.

“[…] No era terrenal, y los hombres eran … No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis,  eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno lentamente. Aullaban y gritaban y daban vueltas: pero lo que estremecía era pensar en su humanidad (como la de uno mismo) pensar en el remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Si, era francamente desagradable.”

El ensayista americano Adam Hostchild comparte básicamente el argumento del premio Nobel, desde otra perspectiva, al razonar que, al igual que Morel, el misionero Shephard, o el historiador afroamericano George Washinton Williams –el primero en señalar en los foros internacionales el genocidio esclavista en el Congo-  y autores americanos como Mark Twain, su voluntad de denuncia, se nutre de un prejuicio de la supremacía de la grandeza del imperio británico sobre otros regímenes coloniales como lo fue el del Estado Libre del Congo, bajo la égida del rey belga, cuya crítica y ataques mediáticos resultaron inocuos para el colonialismo británico imperante. Las convenciones victorianas que influyeron en la mentalidad del escritor polaco, británico por opción personal, tiñeron sus propias convicciones de la distancia y superioridad racial que denuncia Achebe. Nada se dijo por estos autores de la batalla de Ondurman (1898), donde la ametralladora inglesa masacró a 30.000 sudaneses en una desigual batalla.

El segundo tópico, a mi juicio, más corriente, se basa en la pereza intelectual y la facilidad que ofrece una obra de arte tan genial como la película de Coppola, para distraer la vocación lectora respecto del relato de Conrad y conformarse con la exégesis del film sobre la base de su supuesta adaptación cinematográfica. Por otro lado, la enorme figura del autor Marlon Brando y su impresionante y tenebroso monólogo se ha impuesto sobre cualquier otra interpretación y desde entonces se centra el protagonismo de la novela en el personaje de Kurtz y la sombra que oscurece las luces de su razón palideciendo el auténtico hilo argumental de la novela: el viaje de ida y vuelta del marinero Marlow hasta las tinieblas de la selva africana y su vuelta a la civilización con la secuelas de la angustia y el hastío.

En la oscuridad del crepúsculo, a la ribera del Támesis, un grupo de hombres de mar escucha en silencio el relato del capitán Marlow sobre su incursión en la selva africana remontando un serpentino río en busca de un agente comercial de una empresa comercial belga dedicada al comercio de marfil sobre el que ya no se tienen noticias. A medida en que se adentra en el territorio inhóspito y salvaje va dejando atrás los distintos asentamientos comerciales (regentados por funcionarios viles y egoístas) progresivamente intrigado por la personalidad del señor Kurtz del que le van llegando noticias impregnadas de un aura de misticismo y divinidad. El encuentro con Kurtz se produce al final con éste, moribundo, febril y alucinado. Marlow regresa a Europa, hastiado, irritado con la insignificancia de las pasiones mundanas de sus gentes, totalmente ignorantes de la experiencia vivida.

Acaba el relato con la descripción de la entrevista con la prometida de Kurtz. Con genial maestría, utiliza el contraste entre las luces y sombras del ambiente y la pugna entre la luz de una ciega esperanza y el horror ominoso y sombrío de las últimas palabras del difunto. Al final prevalece la mentira compasiva sobre la justicia prometida.

Marlow, que es el auténtico protagonista, se adentra en la profundidad de la selva amparado por la luz de la civilización y en su viaje descubre cómo el espacio inescrutable se defiende de la invasión civilizadora confiriendo un conocimiento oculto de sí mismo que fascina y pervierte hasta la locura. El viaje al corazón de las tinieblas es un viaje a las tinieblas del corazón. Y lo peor es el regreso, cuando la banalidad cotidiana se percibe como una agresión invasora frente al íntimo –y oscuro- conocimiento adquirido. 

Un saludo.

Józef Teodor Konrad Korzeniowski, conocido como Joseph Conrad, de origen polaco –aunque hoy la localidad de su nacimiento pertenece a Ucrania- nació el 3 de diciembre de 1857 y falleció en Inglaterra, el 3 de agosto de 1924. Su bibliografía es muy extensa: La locura de Almayer (Almayer’s Folly) (1895); El Negro del ‘Narciso’ (The Nigger of the ‘Narcissus’) (1897); El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) (1899); Lord Jim (1900); Con la soga al cuello «The End of the Tether» (1902); Nostromo (1904); El agente secreto (The Secret Agent) 1909; La línea de sombra (The Shadow Line) (1917). Su prosa es densa y ampulosa, de lenta lectura, frases largas, escaso diálogo y un carácter introspectivo y psicológico que le sitúan entre el romanticismo y el realismo, considerándosele como un precursor del modernismo. 

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DATOS DEL LIBRO

  • Nº de páginas: 224 págs.
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Editoral: MONDADORI
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Traducción:
  • Prólogo Mario Vargas Llosa
  • ISBN: 9788439721727

Autor: loqueyoleo

En un mundo mudo y lleno de ruido y furia, resuena el silencio de las palabras olvidadas entre las páginas de un libro: despierta, comparte y lee.

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