La especificidad del ser humano según la sabiduría andina es su actitud celebrativa

El ser humano no se distingue de las demás chakanas cósmicas por su lugar eminente en una jerarquía cósmica (como es el caso del ordo essendi medieval) sino por su función específica en la conservación del orden cósmico.
Esta función no está relacionada con la capacidad representativa en y a través del lógos, ni con la capacidad transformadora o demiúrgica en y a través de la tejné, y menos todavía con el poder salvífico del ser humano.
La tarea y capacidad básica del runa (ser humano) consisten en el poder de presentación simbólica del cosmos mediante las formas rituales y celebrativas. La celebración y el ritual son para el ser humano andino un acto gnoseológico y ético de primer rango; ‘celebrar’ el orden cósmico (en forma simbólica), significa ‘conocerlo’ y ‘conservarlo’.
El ser humano es Hörer des Seins (Heidegger), pero no de un ‘ser’ anónimo, ni de una manera meramente pasiva; es ‘escuchador’ en el sentido de ‘observador’ (ob-servire) y ‘obediente’ (ob-audire). La ‘obediencia’ cósmica y la ‘observancia’ del orden universal circunscriben la función principal de runa andino.
La función específica de chakana se manifiesta de muchas maneras:
como ‘agri-cultor’, el ser humano tiende un puente entre los fenómenos de hanaq pacha (lluvia, sol) y la Pachamama.
Como pareja establece el nexo de complementariedad entre lo femenino lo masculino, la izquierda y la derecha. Como homo celebrans restituye el orden cósmico violado y desequilibrado.
Como ente fecundo establece lazos entre las generaciones y contribuye a la conservación de la vida.

Fuente: Josef Estermann, Si el sur fuera el norte

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