Subo escaleras y la oscuridad del metro empieza a difuminarse entre fotones procedentes del exterior, cálidos retazos de luz que poco a poco empiezan a dibujar lineas puras de arquitectura; el tesoro esperado se descubre y el Parlamento de Hungría se alza ante mis ojos ¡qué gran regalo para mi primera visión de Budapest!.

Una lagrima se abre camino por mi cara, emoción hecha liquida que podría nutrir de agua al Danubio que deambula en su bohemio estilo a los pies del gallardo edificio gubernamental concediéndole un marco de fondo que todo fotógrafo intentará llevárselo de recuerdo.

Sede legislativa y patria de la voluntad nacional húngara, el edificio es un lienzo de trazado neogótico que tomó forma a finales del siglo XIX siguiendo los planos de Imre Steindl y que buscaba mostrar al mundo la pujanza económica y política de una de las capitales referencia del momento.

El que es el edificio más grande de Hungría, luce una simetría perfecta donde su blanca fachada esconde cientos arcos y ventanas coronados por unos rojizos tejados que sirven de base a su excepcional cúpula central. Estructura que resguarda un interior pleno en dependencias, vestíbulos y cámaras donde se habla de democracia mientras las antiguas joyas de coronación de los reyes magiares se exponen recordando el glorioso pasado del país.

Dejo atrás su visión enamorado del que quizás puede ser uno de los parlamentos más bellos del Mundo, pero maldiciendo no ser un artista porque si tuviese alma pictórica cogería un pincel y no me cansaría de dibujarlo, pero lamentablemente hoy solo puedo fotografiarlo y guardarlo en mi caja de sueños y dejar la nota de «recuerdo imborrable».

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Actualizado el 09 abril,2019
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño