En la fortaleza de la Soledad

Frank Quitely, Jamie Grant & Grant Morrison, All Star Superman Nro. 10 (mayo 2007). DC Comics.

Grant Morrison ha propuesto al género superheroico como una verdadera guia ética, una filosofía práctica para una (post)humanidad futura. La revisión de – una vez más – el mito del superhombre encarado junto a Frank Quitely es probablemente lo mejor que se haya hecho desde la última reactualización valiosa, aquella de John Byrne en 1986. Morrison – como Alan Moore – provee de algo valioso a la hora de revisar los superhéroes con los que se mete: los deconstruye en 4D. ¿Qué quiere decir esto? Morrison no renuncia a la acción ni abusa de la hiperreflexión, sino que dota de gran belleza a sus personajes y a sus contextos por la simple razón que ha leído cómics de superhéroes y realiza a partir de ellos un verdadero ejercicio antropológico. Recupera la matriz camp del absurdo superheroico y lo expone como epifanía: historias algo tontas y sumamente imaginativas que son también fuente de sabiduría. Mezcla de filósofo pop, zen e intelectual específico de la historieta, es interesante el cruce con Quitely – ya perfeccionado desde New X-Men, obra inaugural del siglo -, un dibujante que detalla las arrugas del traje de Superman en una atmósfera aséptica como la Fortaleza polar, la superficie caótica del sol en el vacío del espacio, científicos locos – buenos y malos -, Lois Lane. El superhombre deviene solitario, casi un cínico: vive para sí, sin máscaras, en la soledad de su palacio. Ahí Kal-El es Kal-El, no necesita de la impostura humana. Sin embargo, no puede evitar caer en la tentación del semidios, demasiado unido a la tierra. Y sabiendo que va a morir, apuesta a la memoria – el archivo, arma contra la muerte – y nos redirige a esos otros infinitos mundos posibles, que también han dejado su huella en el papel de pulpa.



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